Pedro Bonifacio Palacios, “Almafuerte”
Se cumplirá el 28 de febrero otro aniversario de la muerte en 1917 del poeta bonaerense Pedro Bonifacio Palacios, conocido por su pseudónimo de “Almafuerte”, cuya obra tuvo gran popularidad en su momento.
Nació en San Justo, provincia de Buenos Aires, el 13 de mayo de 1854 y falleció a los 62 años, el 28 de febrero de 1917.
Almafuerte es el pseudónimo que mayor popularidad alcanzó, aunque no fue el único que utilizó a lo largo de su vida (sobre todo, en la actividad periodística).
Fue criado por parientes, ya que sufrió la muerte de su madre cuando él era aún pequeño y el abandono de su padre. La primera meta que se impuso fue la de destacarse en la pintura, pero no tuvo el éxito que esperaba: la beca oficial que solicitó para viajar a Europa le fue negada.
Por lo tanto, siguiendo su vocación y sin título oficial, se dedicó a la docencia: tenía sólo 16 años cuando comenzó a dirigir una pequeña escuela en Chacabuco (donde, en 1884, conocío a Domingo Faustino Sarmiento).
Tiempo después, Almafuerte dejó esta ciudad para mudarse a La Plata: allí lo esperaba el diario “Buenos Aires” y, más tarde, la dirección del diario “El Pueblo”.
Su actividad periodística no fue demasiado extensa: sin embargo, desde ese lugar dio una intensa batalla y alentó a los jóvenes de la época, que más tarde participarían del movimiento revolucionario de los ´90, conocido como “revolución del Parque”.
Durante dos años -desde 1894 hasta 1896- retomó sus actividades en la escuela de la localidad de Trenque Lauquen pero, por temas políticos, fue dejado cesante.
Almafuerte tuvo cinco hijos adoptivos, lo que marca un gran contraste entre la enorme generosidad que tenía para los demás y la pobreza en la que se vio sumergido casi toda su vida.
Almafuerte tuvo cinco hijos adoptivos, lo que marca un gran contraste entre la enorme generosidad que tenía para los demás y la pobreza en la que se vio sumergido casi toda su vida.
Publicó sólo dos libros; más que suficiente para que su obra sea juzgada por personalidades de la talla de Jorge Luis Borges o Rubén Darío, entre otros.
Rechazó un cargo público que le ofreció Sarmiento, porque dijo que prefería seguir “sembrando abecedario donde mismo se siembran los trigales”, en el campo bonaerense de Chacabuco.
Rechazó un cargo público que le ofreció Sarmiento, porque dijo que prefería seguir “sembrando abecedario donde mismo se siembran los trigales”, en el campo bonaerense de Chacabuco.
Su obra ha sufrido el paso del tiempo y hoy aparece como grandielocuente y patética, pero sigue siendo venerada, como lo fue en su momento, por gentes que se sienten relegadas esperan de la poesía un apoyo en sus luchas y reivindicaciones sociales.
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